Artistas  •  Corrientes y técnicas artísticas  •  Featured  •  Foco en...  •  Historia del arte

De autorretratos a selfies: La evolución de la captura del propio rostro

Hemos evolucionado de la necesidad de dibujar y pintar para capturar un momento en el tiempo. La facilidad con la que podemos tomar fotos, comparada con la de cuando se introdujeron las primeras cámaras, nos ha hecho hurgar instintivamente en nuestros bolsillos para coger nuestros teléfonos cuando observamos cualquier imagen que merece la pena. Ya sea un paisaje nevado, una cálida puesta de sol o la risa incontrolable de nuestros amigos, todo lo que tenemos que hacer es coger un teléfono y tomar una foto. Esta acción momentánea inmortaliza nuestros recuerdos más entrañables.

¿Se han convertido el lienzo y el pincel en herramientas obsoletas para los que anhelan tiempos pasados? ¿Son los selfies la refundición natural de los autorretratos?

Es difícil responder a tales preguntas, porque por muy fácil que sea capturar una imagen a través del teléfono, basta con observar algunos autorretratos para darse cuenta del valor de la pintura: construcción y deconstrucción; colores y luces; dicho y no dicho.

Una forma artística intrigante, el autorretrato nos da un perfil que es mucho más que una representación fiel de los rasgos faciales y tiene la capacidad de contarnos sobre el artista, en toda su complejidad como ser humano. El autorretrato en muchas ocasiones, puede decirnos más el interior que sobre el exterior.

Karyna Iglesias

Naturalmente, el tema de la historia del autorretrato varía de un artista a otro. Por ejemplo, Karyna Iglesias opta por una representación fiel alterada sólo por el tono, casi todo fría. El rostro se ve atrapado en una expresión de sorpresa, con los labios abiertos insinuando una búsqueda de palabras para articular cómo se siente en ese momento.

Es un autorretrato realista que forma parte de una larga tradición que ve a los artistas inmortalizar una captura de su vida a través de su propia recreación pictórica.

Paul Beel

Paul Beel prefiere un enfoque diferente: un autorretrato impregnado de contemporaneidad para describir los asuntos de actualidad, vinculándolo inevitablemente a una experiencia personal y común. En los últimos tiempos, detrás de la máscara que todos nos hemos visto obligados a llevar para protegernos del coronavirus, está el artista.

¿Habría tenido un selfie el mismo resultado? Tal vez. Sin embargo, en este caso, la pintura no es un ejercicio de estilo o de narración del yo, es más bien un testimonio de un momento que pasará a la historia como uno de los más dramáticos del siglo XXI.

Barbara Fragogna

Luego están los autorretratos más conceptuales – aquellos que no siguen perfectamente la figura humana del sujeto, sino que tratan de entregarse al espectador de una manera que rechaza las formas lineales. Este es el caso del autorretrato de Barbara Fragogna, una obra aparentemente confusa que expresa perfectamente la diferencia entre un selfie y un autorretrato.

Aquí vemos las limitaciones de la fotografía, ya que no puede escapar de la realidad, sin permitir que el espectador llegue al verdadero estado mental del sujeto (a menos que esté mal escondido o, más bien, voluntariamente expuesto al público). La pintura, en cambio, tiene el poder de extraer los entresijos de la emoción humana y devolverlos al lienzo en un acto creativo que fluctúa entre lo real y lo surrealista.

Inspírese…